miércoles, 30 de diciembre de 2009

viernes, 30 de noviembre de 2007

CAPÍTULO I (CONTINUACIÓN)

Aya no entendía como había sucedido aquello... ¿distracción? ¿hipnosis? ¿desmayo?


-"Realmente no importa, se te escapó" pensó con enfado.



De un brinco Aya subió al escenario y apuntando con su Glock avanzó entre la utilería y los actores en el piso... se agachó y tocó al más cercano, el mezzosoprano que hacía del enamorado de Melissa... muerto... los demás no se veían en mejores condiciones.


-¿Dónde estás? preguntaba Aya en voz baja.


Trataba de ubicar la posible ruta de escape de Melissa, estaba segura que su distracción no había sido tan prolongada como para que Melissa se evaporara en el aire... por algún lado debió escapar... Sus ojos escudriñaban el escenario buscando algún posible escondite para la actriz, caminó hasta el fondo del escenario con el arma siempre lista para cualquier sorpresa desagradable.


De pronto, tras una de las falsas columnas de piedra del castillo una trampilla de servicio se encontraba abierta, unas escaleras de metal daban paso hacia un nivel inferior debajo del escenario.


-¡Te tengo! dijo Aya, mientras se disponía a bajar.


La escalera terminaba en una habitación de unos 20 metros cuadrados, desprovisto de muebles, con un pasillo central que se perdía en la oscuridad. Aya se enfiló hacia el, a tientas, en la oscuridad dio con la perilla metálica de la puerta.


-"Está hirviendo" dijo al tiempo que la giraba antes de quemarse.


La puerta daba hacia el área de camerinos, Aya había dado con una sección de mantenimiento que conectaba el escenario con la zona de los actores. frente a ella un pasillo con al menos 20 camerinos a cada lado, 20 potenciales escondites para Melissa.


Uno a uno Aya fue descartando los camerinos, 5 habían ya quedado descartados. Se acercó con sigilo al sexto... dentro se escuchaba movimiento... tocó lentamente la perilla de metal... estaba caliente...


Las sienes de Aya comenzaron a palpitar, un sudor frio recorrió su espalda... empuñó con fuerza la perilla y comenzó a girarla lentamente, adentro el movimiento cesó. Lentamente la cerradura cedió.


-"Aquí va todo" pensó Aya.


De un golpe abrió la puerta empuñando la pistola en ambas manos, los dientes apretados y el cuerpo tenso, mientras desde el interior el inquilino del camerino se avalanzó sobre ella con rapidez...


-Calor, calor, calor, repetía sin cesar el loro que se había quedado atrapado en el camerino.


El corazón de Aya latía como mil bombas de presión, por un segundo creyó que iba a desmayarse, se recargó en la pared, exhalando aire mientras intentaba recomponerse, aún le faltaban 14 camerinos.


Salió lentamente del camerino, en el pasillo el ave caminaba por el piso erráticamente, se secó el sudor de las manos en el vestido, a su mente llegó el deseo de tener una playera y unos jeans, además de unos cómodos tenis.


-"En que estupideces piensas Aya, concéntrate" se dijo a si misma.


El séptimo camerino terminó de sacudir a Aya, sobre la estrella dorada se encontraba inscrito el nombre "Melissa".


-"¿Dónde demonios están los equipos Swat?" se preguntó.


Por primera vez sintió palpitar su corazón con una fuerza que sentía lo haría saltar por la garganta. La sangre se le agolpaba en las sienes y comenzó a sentir una rigidez por los músculos de la quijada.


Sabía que no tenía otra opción, debía entrar por esa puerta y detener a Melissa para que explicara que locura había sido aquella. Tomó impulso y con una patada abrió la puerta



-¡Policía de Nueva York! ¡Nadie se mueva!



Aya apuntaba a todos lados con la pistola, tardó unos pocos segundos en que la adrenalina le permitiera percatarse de que el camerino estaba vació. En el tocador de Melissa se encontraba un diario y un bote anaranjado con pastillas. Se acercó hasta el diario que se encontraba abierto y se dispuso a leer lo escrito en las páginas visibles.



Diciembre 13, 1997



Ultimamente me he sentido mal, la fiebre no cesa y el doctor Atkwins me ha recetado unas pastillas nuevas, las anteriores dijo, no me hacen efecto.



Estoy muy emocionada por el hecho de haber sido aceptada en la gala de la ópera, se que esto será una catapulta para mi carrera, lo que me preocupa es que esta enfermedad no me deje tener mi voz a tono para la gran noche.



Diciembre 16, 1997



He despertado a las 2 a.m. La fiebre es cada vez más fuerte, lo curioso es que no transpiro, el doctor dice que es una fiebre interna, y he estado teniendo pesadillas, me siento débil, no quiero faltar a la gala... no quiero morir.



Diciembre 20, 1997



Me siento mejor, la fiebre desapareció, esa gala será la mejor del mundo, triunfaré como una estrella y despues ejecutaré mi plan...



Diciembre 23, 1997



No se que pasa, desde que la fiebre pasó siento que no soy yo... no me siento dueña de mi misma... quizás deba dejar de tomar ese medicamento... Mañana es la gala, debo descansar.



Diciembre 24, 1997



Hoy es el día de la gala y msd fv khglfk sdddklareo lñsñld appow.......................................................................................................................................................



Esa era la última entrada del diario, visiblemente algo muy serio le pasaba a Melissa y por tanto era imperativo detenerla.



Por detrás de ella, con el rabillo del ojo Aya vió deslizarse a una silueta desde el armario hacia afuera del camerino. Inmediatamente dio vuelta y salió al pasillo, se encontró a Melissa corriendo hacia la puerta del fondo de los camerinos



-Alto!!!. Gritó Aya



Melissa dio la vuelta con lentitud y miró a Aya fijamente.



-Oh! eres tú... -Dijo con suavidad- ¿Por qué insistes en buscarme?



-Silencio! -sentenció Aya- Tiene el derecho a permanecer callada, si renuncia a ese derecho lo que diga podra ser usado en su contra...



-Yo digo que el fin se acerca y nadie podrá estar en mi contra.... hermana...



Melissa sonrió y salió lentamente por la puerta, sin nada de temor ante el arma que le apuntaba directamente.

-Alto demonios!!! -gritó Aya- Alto o disparo!!!

Un nuevo desvanecimiento llegó a Aya, se miró a si misma nuevamente recostada en esa cama de hospital... la flor deshojándose, el viento colándose por la ventana y el médico sentado a un lado suyo con la hoja médica.

-Todo estará bien Aya. Dijo el galeno.

Aya volvió del desmayo, Melissa ya no se encontraba en la habitación

-Muy bien estúpida, lo dejaste ir- se dijo Aya contrariada.

Salió al pasillo pero no encontró evidencia de Melissa en los restantes camerinos, estaba por revisar el ultimo cuando sintió una mano en el hombro.

Institntivamente volteó empuñando el arma a toda velocidad solamente para encontrarse con Davies, su compañero de trabajo, un hombre de color, entrado en sus 50, robusto sin llegar a obeso.

-Calma, calma Pecos Bill! -le dijo a Aya mientras apartaba el arma de su cara.

-Búsquenla Davies, debe estar aún en el teatro, rápido, si organizamos los equipos quizás aún podamos dar con ella.

-wow wow wow, espera espera -le dijo Davies- vas más rápido que una locomotora ¿buscar a quién?

-A Melissa, la soprano, es la causante de todo, la tenía, casi la tenía...

-Busquen en todos los rincones, detengan a quien encuentren aca abajo! Dijo Davies

Tomó a Aya por los hombros y le dijo

-Y tu vienes afuera a que te revise un médico.

Ya una vez fuera los reporteros de televisión se agolpaban a la entrada del teatro, todos intentaban conseguir la exclusiva del horror ocurrido en el Carnegie Hall

-Señorita! señorita! -gritaba uno de los reporteros- por favor díganos, ¿qué ocasionó el incendio? se trató de un ataque terrorista?

Aya se encontró de pronto confundida ante ese mar de micrófonos y de preguntas sin sentido.

-No hay comentarios por el momento señores, en el precinto les ofrecerán una rueda de prensa con más detalles. Dijo Davies.

-Vamos viejo! deja que la chica conteste, insistió el reportero mientras dió un jalón violento a Aya impidiendo que Davies se la llevara.

-Auch!! gritó Aya

-La estás lastimando pend...

El insulto no concluyó, sino que fue el puño de Davies en la cara del reportero el que dejó en claro que no habría comentarios.

-¿Grabaste eso? -dijo el reportero a su camarógrafo- el hijo de perra me golpeó.

Aya se encontraba enmedio de todo el bullicio cuando sintió la voz cavernosa en su oido

-Hermana, nunca me detendrás, esto es apenas el comienzo.

Acto seguido se desmayó.

viernes, 23 de noviembre de 2007

PARASITE EVE

DE HIDEAKI SENA





CAPÍTULO UNO





"LIBERACIÓN"





Nueva York, 23 de Diciembre de 1997




La nieve caía lenta y pausadamente sobre la acera en la Séptima Avenida; la gente corría presurosa cargando bolsas y paquetes multicolores. Las compras de pánico siempre han sido una constante en ciudades como Nueva York, donde todo mundo está siempre más ocupado del trabajo que de las relaciones interpersonales.




Sobre la avenida una Ford Lincoln limousine se desplazaba lentamente entre el tráfico neoyorkino, faltaban apenas un par de cuadras para alcanzar la calle 57 y por fin descender del auto.




-"¿Qué hago aquí?" Se pregunto Aya Brea, mientras miraba por la ventana el intenso vaivén de la gente por la acera.




Aya era una mujer joven, 27 años, rubia, delgada, de ojos grises, de ascendencia rumana, su piel era tan blanca que su abuelo solía llamarla "copo de nieve"; recientemente Aya había sido promovida de oficial de policía a agente del departamento de homicidios en el Distrito 17.




Atractiva sin ser particularmente bella, Aya podría haber conquistado a cualquier hombre que quisiera... de no ser por su terrible baja autoestima en cuanto a su belleza física e interior.




-"¿De verdad estoy tan desesperada como para haber tomado una cita por internet?" se decía para sus adentros mientras miraba de reojo a su acompañante, un hombre de alrededor de 35 años vistiendo un frac de diseñador y con ese aire de arrogancia que da el dinero.




-¿Qué pasa muñeca? preguntó el hombre




"Muñeca! ODIO que me llamen con sobrenombres estereotipados!" pensó Aya, sin embargo se contuvo y contestó cortesmente




-Vamos tarde, la función seguramente ya comenzó




-Llegaremos a tiempo. Fue la respuesta.


-¿Por qué no bajamos del auto y caminamos las dos calles que faltan? seguramente así podríamos...


-¿Y perder el estilo? -interrumpió el hombre- Ni pensarlo! Un Hallsworther no pierde el estilo!


-"He cometido un muy grave, grave error" pensó Aya y se sumergió en el asiento.




20 minutos después la limousine por fin había logrado llegar a la Séptima, esquina con la 57, sede del famoso teatro Carnegie Hall, que esa noche presentaba una gala sin precedentes con motivo de la navidad, los mejores intérpretes de Ópera en el mundo se reunirían para presentar "El Dilema del Rey" de autor anónimo.




La atracción principal era una joven neoyorkina que había salido de los barrios pobres de Queens para ser parte del cartél en ese festín operístico.




Ya no había gente haciendo fila en el teatro, era obvio que la función había comenzado ya hacía algunos minutos. Aya, una maniática del tiempo, siempre había odiado a los impuntuales y definitivamente le hacía sentir muy mal ser la que llegara tarde.




Quiso bajar de un salto, pero recordó que traía un vestido largo y zapatillas con tacón de 10 cm, por lo cual el movimiento tuvo que ser más femenino de lo que ella hubiera deseado.




- "Si mi padre me viera, estallaría de risa" pensó.




Su acompañante le extendió la mano y la auxilio a bajar, en la entrada del teatro, el Valet los urgió a pasar




-¡Recién comenzó el primer acto, dense prisa! les dijo con un tono de molestia que apenó hasta la médula a Aya.




-Papá me consiguió los mejores boletos. Dijo la cita de Aya, que estaba más concentrada en entrar a la sala y atravesar el lobby del teatro, que se le hácía interminable.




El Valet abrió la puerta de la sala con un chasquido de las manijas que a Aya le pareció un estallido nuclear y el girar de las cabezas en las últimas filas acabaron de apenarla.




Adentro, el teatro a oscuras daba paso a la formidable escenografía, la hermosa musicalización y las cristalinas voces de los intérpretes, el Carnegie Hall con su suntuosa decoración victoriana y su extraordinaria acústica sin duda era el escenario perfecto para tal gala. Los mejor de la clase política, intelectual y artística se encontraba reunida en ese recinto, para disfrutar en espectáculo destinado para unos cuantos mortales.


Ahí de pie en la semioscuridad Aya se sentía cada vez más angustiada mientras su acompañante parsimoniosamente trataba de ubicar la fila en donde se encontraban los asientos.


Finalmente encontraron la fila F, donde se ubicaban sus lugares, y claro que al ser de los mejores lugares estaban nada más y nada menos que en el centro de la fila, lo cual significaba atravesarse entre la gente por casi todo el teatro, cosa que terminó de enfadar a Aya.


Entre una serie de "perdone" "disculpe" y varios "shhh" de la audiencia, por fin la improbable pareja llegó a su lugar.


-"Por fin" Pensó Aya, mientras se dejó caer en el asiento, liberada por fin de la presión de su retraso, y su mente de despojaba del pasado inmediato para disfrutar lo que quedaba de la función.


En el escenario 5 personajes se movían gracilmente al ritmo de la música, mientras la escenografía evocaba el interior de un palacio medieval, en el trono, el Rey y la Reina, miraban con desagrado a Doyle, soldado de rango medio que al no poder ocultar más su amor por la Princesa Doria pide su mano al Rey, ante el enojo del monarca.


El Rey determina la ejecución de Doyle por su atrevimiento, los guardias lo toman de los brazos...


En ese momento las luces del escenario bajan de intensidad y un reflector se posa sobre Doria, quién comienza con una voz cristalina al estilo de María Callas a cuestionar la decisión del padre.


La interpretación emociona a la audiencia, que sufre con el amor oculto de la princesa que se dirige al público como solicitando su comprensión ante su tragedia.


Aya se siente conmovida y a la vez maravillada de la voz de esta joven intérprete que con tanto talento se maneja entre las grandes voces de la ópera.


-Hola Hermana.


Un susurro apenas de una voz femenina pasa por el oido de Aya que voltea desconcertada, para solamente ver al resto de la audiencia hipnotizada por la voz de Melissa.


-Imaginación mía. Piensa Aya... o quizás alguna persona hablando por teléfono celular... estos nuevos aparatos están terminando con la privacidad.


-Hermana, ven con nosotros.


Esta vez Aya sintió casi los labios de esa mujer rozar su oreja, volteó rápidamente, pero no pudo distinguir a nadie...


Lo que si pudo distinguir fue un erizamiento de todos sus cabellos mientras la voz femenina decía con un tono más amenazador.


-Observa


Al escuchar esto, Aya se dió cuenta que Melissa la miraba fijamente desde el escenario.


El diálogo de la obra versaba sobre Doria asegurando a su padre que si la suerte de su amado era la muerte, entonces ella moriría también con él. El Rey consternado se levanta del trono mientras ve a Doria tomar la espada de uno de los guardias y atravesar su pecho con ella.


La música sube de tono mientras un suspiro colectivo llena el salón.


-Que calor... dice la cita de Aya...


Arriba en el segundo piso se escucha una conmoción... hay rechiflas contra un espectador que de pie, se desanuda el moño del frac.


Aya se siente normal, no tiene calor, pero nota a varios espectadores sudando a mares...


- Hermana, es hora


Aya voltea a ver al escenario y mira al Rey levantar el cuerpo de Doria, abraza y llora la muerte de su hija... se pone de pie para recitar su verso cuando de pronto...


-Ayyyyyeeeeeeeee!!!!


El actor se enciende en llamas ante la vista de todo mundo, algo palpita dentro de Aya, quizás eso que llaman institnto de policía, lleva su mano al bolso y saca de el su placa y su arma reglamentaria.


-¿Qué demonios? balbucea la cita de Aya apenas la ve tomar el arma en la mano.

Un grito en la parte de arriba llama la atención de Aya, un hombre envuelto en llamas salta desde el balcón.

-¡ A un lado! Dice a su acompañante mientras con fuerza lo lanza del asiento apenas a tiempo para evitar ser aplastado por la antorcha viviente.

-"¿Qué rayos está pasando?" piensa Aya mientras mira el cadaver en llamas.

Su atención es atraída hacia el escenario, donde Melissa levanta los brazos y comienza a reir frenéticamente mientras los telones de terciopelo rojo brocado arden en llamas. Poco a poco, toda la gente comienza a encenderse, una tras otra, sin previo aviso, casi de manera instantánea.

La gente se atropellaba unos con otros en su desesperada búsqueda de la salida, pocos llegaban debido a que se encendían en llamas. Aya corrió a la puerta, la abrió y casi a rastras arrojó al lobby a su acompañante.

-¡Llama al 911! le gritó al momento que regresaba a la sala de conciertos.

En el interior el aroma a carne quemada se tatuaba en las fosas nasales, algunos quejidos y gemidos agónicos se escuchaban entre los cuerpos calcinados, las llamas finalmente habían cesado, al fondo, en el escenario de pie y con la mirada perdida, Melissa parecía no haber sufrido una sola quemadura.

Aya quitó el seguro a su Glock 9 mm y comenzó a caminar hacia el escenario, sorteando los cuerpos calcinados con su vestido de noche.

-"Maldito vestido" Pensó.

En cuestión de segundos estaba frente a Melissa que parecía no percatarse de su presencia.

-¡Alto, Policía de Nueva York! Gritó, al tiempo que se preguntaba si no se metería en un pleito jurisdiccional tras su reciente reasignación de departamento.

Melissa volteó lentamente hacia Aya... sus mirada serena, profunda, con pupilas completamente rojas.

-"¿Lentes de contacto?" se preguntó Aya.

-Curioso -Dijo Melissa con una voz suave y aterciopelada- No hiciste combustión, pero ya sabíamos que eso pasaría ¿no es asi...hermana?

-¡Silencio! -gritó Aya seriamente nerviosa al reconocer la voz que le había susurrado entre las gradas- Tienes derecho a guardar silencio, si renuncias a ese silencio...

-El tiempo vendrá y triunfaremos -Dijo Melissa sin inmutarse por las palabras de Aya- ¿O no lo recuerdas?

Un destello blanco aturdió a Aya, quién de repente se miró a si misma 10 años antes, acostada en cama de un hospital. La habitación llena de luz, mientras ella, adolescente, en la bata verde del hospital miraba como una margarita se deshojaba.

Un médico entró por el pasillo, con una serie de hojas clínicas. Se sentó junto a Aya y le sonrió.

- Pronto hermana, pronto.

La voz la devolvió a la realidad, Melissa había desaparecido.

Continuará...

lunes, 23 de julio de 2007

PARASITE EVE

DE HIDEAKI SENA





INTRODUCCIÓN



Mayo 1986, Distrito de Osaka, Japón



"No hay peor momento para conducir que cuando atardece", era el pensamiento de Kiyomi, que se encontraba exhausta por casi 6 horas manejando. Había ido a ver a su madre, sin embargo, cuando partió por mañana no le parecía que la jornada fuera a ser tan larga.



Y era en ese momento cuando el dia no es lo suficientemente claro ni la noche es oscura aún, que a Kiyomi le daba la impresión de que el cielo y la tierra se fusionaban por un minuto y lo mismo daba conducir sobre la carretera que en el horizonte.



Al costado de la carretera los cerezos en flor se deshojaban al viento. Desde niña Kiyomi siempre había gustado de los cerezos en flor; habían sido testigos de su primer amistad, bajo un cerezo realizó su primer día de campo; en uno de ellos había sido que Toshiaki le había propuesto matrimonio.



Ella y Toshiaki Nagashima ¿Quién lo hubiera pensado?, la chica más popular de la universidad perdidamente enamorada del nerd más recalcitrante... y sin embargo, 5 años de matrimonio avalaban la decisión ¡vaya! incluso por amor a Toshiaki aceptó que ambos se enlistaran como donadores de órganos.



Al menos, lo había hecho bajo la promesa de Toshiaki, ahora un respetado genetista, de que su trabajo lograría en un futuro evitar las donaciones de órganos y sustituirlas por otros medios.



En la lejanía la silueta de Osaka comenzaba a dibujarse en el horizonte, Kiyomi se sintió en casa por un momento.



De improviso Kiyomi se encontró en medio de la nada, la oscuridad la rodeaba, pero podía percibir una presencia, alguien... algo estaba ahi...



Poco a poco los cabellos se le erizaron a Kiyomi, mientras una voz cavernosa susurró en su oído "Liberación"...



Kiyomi abrió los ojos solamente para encontrar que su auto se enfilaba a toda velocidad contra un poste de concreto... pisó con fuerza el freno y apretó los dientes con fuerza....



Riiiiiingggg!!!! El timbre del teléfono interrumpió el silencio sepulcral del laboratorio de genética de la universidad de Osaka.



Toshiaki dejó que el telefono sonara, se encontraba muy cerca de llegar al meollo de su descubrimiento: ¿cómo lograr que la regeneración inscrita en las células del hígado lograra reproducirse en otras células del cuerpo?, y ya casi lo tenía, solo un poco más y el rompecabezas estaría completo.



Tras varios timbres el teléfono activó la grabadora, una voz serena pero condescendiente salió por el auricular, "Señor Nagashima, hablamos del Hospital Mercy de Osaka, su esposa sufrió un accidente, debe venir de inmediato..."



Toshiaki saltó como si le hubieran disparado todos los nervios al mismo tiempo, y en dos zancadas tomó el auricular



-Habla Toshiaki Nagashima ¿quién es usted?

-Señor Nagashima soy Yue, del Hospital Mercy, su esposa Kiyomi sufrió un accidente automovilístico, necesitamos que venga de inmediato... ¿señor Nagashima? ¿señor Nagashima? ¿hola?



El auricular colgaba de la mesa, los pasos de Toshiaki resonaban por las escaleras del edificio.



Toshiaki se encontraba nervioso en la oficina del director del área de terapia intensiva, hubiese preferido entrar directamente a ver a Kiyomi, pero le habían pedido que se sentara ahí y se relajara.

La puerta se abrió con un chasquido seco... Toshiaki se puso de pie como un resorte... el médico, con semblante grave entro en silencio y se encaminó a su escritorio lentamente mientras Toshiaki lo bombardeaba con mil preguntas.

-"¿Cómo esta Kiyomi? ¿Cuándo puedo verla? ¿Está bien? ¿Qué le sucedió?

El médico se quitó las gafas lentamente, miró a Toshiaki y dijo

-Será mejor que me siga señor Nagashima

Después de recorrer varios pasillos llegaron al área de terapia intensiva, Toshiaki quedó impávido ante la imagen que tenía frente a él, Kiyomi, completamente cubierta por vendas como una momia de película, con un tubo respirador insertado en la traquea y una serie de aparatos dispuestos a su alrededor.

-Su esposa se impactó a casi 100 km por hora contra un poste de concreto, sufrió quemaduras de tercer grado, se golpeó el cráneo contra el parabrisas.

El médico miró a los ojos a Toshiaki, a quién su educación médica lo preparaba para lo que escucharía a continuación

-Desgraciadamente para el momento en que rescatamos a su esposa ya era demasiado tarde, sufrió muerte cerebral de manera casi instantánea...

Toshiaki lo tomó con más calma de la que hubiera sospechado... el tema de la muerte había sido una constante con Kiyomi, en especial desde que se decidieron a donar sus órganos.

-El motivo por el cual la mantenemos con vida artificial es porque usted debe decidir que hacemos con ella... especialmente bajo la circunstancia de que no tiene probabilidades de recuperar la conciencia...

-Desconéctela. Dijo Toshiaki sin titubear, -ella haría lo mismo en mi lugar-

Bueno, tiene que firmar estos documentos, incluídos los de la ratificación de la donación de órganos. Señor Nagashima, entiendo que quiera cumplir con los servicios funerarios, pero ahora mismo tenemos dos casos urgentes que necesitan un transplante y creemos que su esposa es la donante perfecta para ellos, si no le incomoda, quisieramos iniciar esa cirugía de inmediato.

Toshiaki asintió levemente, apenas conciente de lo despiadada y deshumanizada situación a la que se enfrentaba... su esposa con vida artificial aún, y los médicos ya decidían a quién darle sus órganos.

-¿Puedo? preguntó al médico señalando la puerta que daba a la habitación donde yacía Kiyomi
-Desde luego

Toshiaki se acercó a su esposa, la tomó de la mano,y aunque no pudo verle el rostro debido a los vendajes imaginó sus ojos, su sonrisa, su cabello...

-Adios amor mío; le dijo en un susurro

"Adios no..."

Toshiaki volteó a mirar a su esposa, pero ella continuaba inerte frente a él... ¿de dónde había salido esa voz? ¿de su mente? ¿una alucinación?

Su pensamiento fue interrumpido por un susurro gutural justo en su oído, una voz cavernosa que le erizó los cabellos le dijo

"Nos veremos pronto"

jueves, 8 de febrero de 2007

PAUSA

Retomaré más adelante la historia de La Hora Cero.

Me tomaré la libertad de traducir algunos capítulos de una serie de libros que no han visto la luz al castellano titulados "Left Behind" algo así como "Los abandonados".

Es una obra original de Tim La Haye y Jerry B. Jenkins

LA HORA CERO

CAPÍTULO I: BARCO FANTASMA

Mar Báltico, Cerca de la Isla de Bornholm, Noruega. Hace 48 horas y 15 minutos.

Una cortina de lluvia violenta y helada chocaba contra las furiosas aguas del Báltico; La tormenta, desatada apenas unos minutos antes había roto de improviso la tranquilidad imperante.
Una densa niebla se formaba a jirones entre las salpicadas aguas, poco a poco se tornaba más y más densa y cada vez ocupaba una mayor extensión. Un sordo rumor luchaba por hacerse escuchar entre la furia de la tormenta.
De pronto, la luz se hizo entre la oscuridad de esa madrugada lluviosa, el muro de niebla, ahora grueso y denso, se vio penetrado por los haces de luces de varios faros de halógeno, el sordo rumor poco a poco se transformaba en el constante batir de la maquinaria de un gran cañonero de guerra.
Lentamente el pesado y oscuro cañonero se abrió paso entre la niebla en la quilla, del lado izquierdo se encontraban remachadas las letras de su insignia: USS Manhattan.
A bordo, el Capitán Holm observaba la tormenta y el mar enbravecido desde el puente del buque militar. Detrás de el una docena de hombres corrían y daban voces atendiendo a un sinnúmero de páneles y monitores de computadora.
Holm trataba de disimular su nerviosismo, él y sus hombres habían corrido un gran riesgo en llevar ese barco estadounidense de 1942 hasta las aguas del Báltico. Tenía una sola oportunidad, no había márgen de error.
Atrás el concierto de voces y gritos eran una caótica telaraña verbal. Todos estaban expectantes del resultado. Holm sabía que sus hombres estaban nerviosos, y como veterano capitán de navío, sabía perfectamente que no había peor cosa que una tripulación zozobrante.
Holm era un hombre nórdico, quizás noruego o islandés. no pasaría de 60 años, de piel blanca pero curtida y endurecida por las inclemencias de la vida en el mar; de grandes ojos grises, pelo entrecano y corto, a simple vista se notaba su trayectoria militar.
El preocupado capitán fijó su vista en un panel con dos relojes, a la derecha uno que marcaba las dos en punto de la madrugada, en el de la izquierda, otro que marcaba las dos y quince de la madrugada.
-Quince minutos tarde, dijo para sí.
A su derecha se encontraba Ibrahim, un árabe que era su segundo a bordo y su especialista en instrumentos, visiblemente alterado, este hombre de al menos 35 años señalaba el panel con los relojes.
-Quince minutos!, quince minutos! les dije que debían calibrar mejor! que tenían que tomar en cuenta el tiempo que requiere...
-Quince minutos son buenos, interrumpió Holm, además, no tenemos una segunda oportunidad. Enciende la radio Ibrahim.
El especialista obedeció sin chistar, por un segundo solamente la estática lleno el puente, inmediatamente el movimiento y la charla de los tripulantes cesaron.
Durante un minuto el barco estuvo en silencio; conforme la tensión aumentaba, los tripulantes comenzaban a demostrar su nerviosismo tosiendo y carraspeando, hasta que finalmente, la radio captó una señal:
"...de acuerdo con el Premier Göltfeld, este acuerdo marcará un hito en las relaciones noruego-francesas, entrevistado antes de abordar su vuelo en el aeropuerto Charles de Gaulle..."
La estática volvió al radio, la embarcación se había alejado del origen de la señal. Los tripulantes y aún Holm se encontraban confusos.
-¿Se pueden verificar esos datos? preguntó a uno de sus oficiales.
-¡ En el acto señor! fue la respuesta.
Holm miró a Ibrahim, y se detuvo, en casi 40 años de servicio militar, nunca había dudado para dar una orden, hasta ese momento.
-Si todo está bien, deben desmontar el equipo y tomar el vehículo de regreso.
-¿Y usted capitán? preguntó Ibrahim
-Yo tengo que quedarme. Por favor llévate mis insignias y mis documentos contigo y apaga la luz exterior, no queremos llamar la atención.
La tormenta había amainadoy ahora era una lluvia copiosa pero menos furiosa que hacía unos minutos. Holm sacó la mano por una de las ventanas y dejó que la lluvia mojara su mano.
-Es igual, pero no es lo mismo. sentenció
-Son quince minutos, interrumpió Ibrahim, teníamos que llegar a tiempo, ¡había posibilidad de grandes consecuencias si llegábamos un segundo tarde!
-No ha pasado nada aún Ibrahim, le contestó el capitan, tu y yo seguimos respirando, el mar sigue ahí... además, este no es nuestro problema, solo lo estamos devolviendo.
-65 años tarde, se atrevió a decir el especialista.
Holm parecía estar dispuesto a reprender a su oficial, cuando aquel al que había pedido los datos llegó corriendo y gritando.
-¡Señor! verificado, verificado, Götfeld no es de los nuestros, podemos volver!
-De la orden Ibrahim, desmonten todo, tomen el vehículo de regreso.
-¡A la orden señor! respondió el árabe, quién miró a su capitán con evidente tristeza.
-No es justo señor. le dijo, No debería pagar por los errores de otros.
-Yo lo veo de otra manera Ibrahim, míranos aquí, viendo, oliendo, respirando cosas que nadie más va a presenciar nunca. Eso ya vale la vida. Viajé por todos los mares del mundo, y tuve la oportunidad de viajar por este, el cual ninguno de los que me antecedieron o de los que me seguirán podrán zurcar.
-Pero usted no merece morir solo, le dijo el oficial.
-Era parte del trato Ibrahim, no hay marcha atrás; me voy orgulloso de haberte tenido en mi triupulación por tantos años.
Los dos militares se dieron la mano en un último apretón, más que de compañeros, de verdaderos amigos. Holm extendió su mano hacia Ibrahim
-Dale mis insignias a mi hija, ojalá que ella algún día me perdone. Y dale esta recomendación al Comandante Heiget, mereces ser capitán de tu propia nave Ibrahim.
El árabe no pudo contener las lágrimas y abrazó a su amigo por última vez.
-Gracias Señor, Alá te tenga siempre en su gloria y los que te queremos siempre en nuestro corazón.
Ambos se quedaron en silencio por algunos minutos, fueron interrumpidos por el oficial de máquinas.
-Todo está embarcado señor!
Holm miró a Ibrahim
-Adios amigo, te voy a extrañar.
Después dijo al oficial
-Todos abandonen la nave!.
Ibrahim salió del puente sin mirar atrás, Holm se quedó solo en el puente, a la lejanía escuchó el momento en que sus hombres partieron. Pesadamente se sentó en la silla del capitán se quitó la gorra y apagó las luces, Encendió un cigarrillo que dejó sobre el tablero de instrumentos a consumirse lentamente.
Un héroe de guerra, condecorado en múltiples ocasiones, había escapado a cientos de enemigos furiosos, y ahora estaba ahí, sentado, esperando lentamente a la muerte.
Se llevó la mano al abrigo y sacó una armónica, la puso sobre sus labios y comenzó a tocar una alegre melodía nórdica.
En la oscuridad de la noche, el USS Manhattan con su único pasajero se dejó devorar por la neblina del alba.
Sin que nadie lo supiera, la cuenta atrás había comenzado.